Entonces,
cuando en la sangre llevaba más alcohol y
más
España,
me emborrachaba de oscuridad
y hacía de la noche el sol negro de todas
mis
mañanas.
Ahora
el vinagre de la sangre me hace ser
prudente
y los frutos de fúnebres cosechas
se venden a mi alrededor sin que yo levante
un
dedo.
Mejor llorar sobre las ruinas de los besos
que estar hundido en mi propio corazón.
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